PALABRAS DE JESÚS MARÍA STAPPER

CHUCHO PEÑA
UN BARDO QUE HABITA ENTRE LA LUZ CON EL SILENCIO VIVO DE SU CANTO INMORTAL


Cuando yo muera enterradme con mi guitarra junto a la arena
Federico García Lorca


Por: Jesús María Stapper


¿Por dónde andarás Chucho Peña? Imagino que estás trasnochado y lleno de bohemia, y que cada día, a las nueve de la mañana, te arropas con el sol del Parnaso. -Sabes, desde aquí, escuchamos el “trueno olímpico de tu voz”-. Imagino que con tu sonrisa pícara, con tus particulares guiños, estás escondido detrás de tu palabra en los paraninfos y en los auditorios deshabitados que tú llenabas. De seguro, estás “mamándole gallo” a los asistentes de tu poesía, en el teatro, en la universidad, en el colegio, en el parque, en el sindicato, en el bus citadino de medio día, o en los andenes de la cuadra. Imagino que ríes con la cuadrilla de obreros que traen sus esperanzas abiertas, honestas y sinceras en el sudor guardado entre los cuencos de sus manos. Imaginó que tomas agua en una quebradita junto a los campesinos, luego de sembrar con ellos, millones de plantas de maíz. Te imagino llevando bultos sanos de comida para los proletarios. Imagino que en tu espalda llevas una vivienda de verdad que instalarás en un suburbio en donde se “aposentará” una familia humilde. Imagino que debajo de tu ancha camisa llevas una lonchera repleta de golosinas para un niño de la calle que asiste a la escuela por primera vez.





¿Por dónde andarás Chucho Peña? Te imagino a esta hora: “arañando el fondo de la noche”. Te imagino deambulando allá por las esquinas sagradas de los cielos que inventaste y nos regalaste. Bien sabes que en tu cielo cabemos todos los transeúntes del tiempo, bien sabes que somos la gente de tu barrio. Sé que deambulas con tu gallada y con ellos conformas un torbellino de voces poéticas. Sé que algún día nos contarás en serio de los avatares de García Lorca, de Vallejo, de Neruda, de Rimbaud, de Guillén, de Rulfo, de Castro Saavedra, de Vidales, de Zogoibi, de Caicedo Borrero, de Benedetti, y de tantos, pero tantos otros… que como tú, son orfebres de los sueños y constructores de la vida.

Te imagino hablando a diestra y siniestra, hablando quizás más recio, con más armonía y con más sabiduría que nunca. Sé que dentro de tu alma llevas tu bufanda a cuestas. Sé que llevas cruzada en tu pecho, una mochilita nueva en donde guardas tu amoroso arsenal de versos. Te imagino que continúas rasgando la guitarra como si estuvieras navegando en las fuentes de una desconocida melodía como un pirata que se pierde en el precipicio de un poema. Sé que en un bolsillo de tu viejo jeans, guardas las esquelas de tus amores no conquistados, aquellas esquelas furtivas de repleta ternura, dedicadas a las chicas esquivas, renuentes y difíciles. Imagino que hoy estás de nuevo enamorado y estás coqueteándole a una muchacha ingenua que no sabe lo que significa amar a un poeta que escribe el amor, desde sus entrañas. Sé que en tu morral de ensueños cabe para siempre la humanidad entera.

Sé que “los días continúan atravesando tu existencia”. Sé que a veces vas “por un camino solitario y hallas una casa con una pequeña luz”. Esa luz eres tú que te eriges como una tea invencible, la tea invencible de un vate indomable. Sé que fuiste vertical, temperamental y franco. Sé que nunca fuiste un poeta anónimo sin importar que en la sencillez de tu ser recóndito te llamaras: Jesús María Peña Marín.

Poeta Chucho Peña, aún contradiciéndote de ferviente manera, sé que “si querías cantar, que sí querías decir, que sí querías hacer”. Pero ante todo, sé que sí querías ser y aunque fingieras no saberlo, siempre lo supiste. Y te lo confirmo lleno de seguridad y plenitud: Tú sí que fuiste Chucho Peña. Creo que todos nosotros, hoy firmamos un manifiesto -tu manifiesto filosófico- al decirte con sinceridad: -Tú sí que eres Chucho Peña. También sé que alguna vez “tú estuviste en paz y sé que naciste y sé que ahí empezó tu guerra”; tu guerra por la paz, por la justicia y por la vida. El viento que trae tu paz de ensueño hará que florezca de nuevo la manigua entera, la selva entera, el universo entero. El eco de tu canto nos dice que en algún momento llegarán los nuevos tiempos, llegará la era de un nuevo renacer.

Chucho Peña sin duda fuiste más inteligente que nosotros y te llevaste tu estela de imaginación y de amor para distribuirla en otros lados, en otras estancias, bajo otras circunstancias. Nosotros hoy todavía nos sentimos acorralados por el escarnio, por la infamia, por la ignominia y por la barbarie. Tu actual dialéctica tiene la dimensión de un mundo nuevo. Tu legado flamea en una bandera que vemos a diario cuando se anuncia el crepúsculo. Tu poesía de esta madrugada llega hacia nosotros con la claridad del alba y con la majestuosidad de un prodigioso clarín.

Chucho Peña te declaramos un peregrino ausente, un ágil caminante que va delante de nosotros. Sé que de ahora en adelante, continuarás escribiendo poesía, pretendiendo amantes, sembrando vida, cantando de vez en cuando, y mamando gallo. Sé que en el Parnaso dejaste impreso tu estro que certifica tus visos de inmortalidad. Tu perennidad me dice que tendrás la edad del viento. Chucho, nosotros “al fin comprendimos” que tú vives, también reconocemos que tú vivirás hasta el infinito.

Chucho Peña gracias por los hermosos sentimientos que quisiste inculcarnos. Gracias por tu identidad pretendida, por tu libertad hallada, por indicarnos la “razón de ser”, el valor de ser de nuestra existencia. Gracias mil por tu mayor defecto, el defecto de ser poeta. Gracias por regalarnos la luz en donde habitas. Gracias por entregarnos la herencia de tu silencio vivo. Gracias por tu inmortalidad. De mi parte, gracias por permitirme anclar mi palabra en el océano de tu obra poética. A ti Chucho Peña, ahora y siempre, simplemente gracias.

Jesús María Stapper
Escritor – Artista Plástico
Bogotá, Enero 25 de 2010

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